La Biblia Reina Valera

Juan 3

Juan

Indice

Capítulo 4

1

  DE manera que como Jesús entendió que los Fariseos habían oído que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan, 

 


2

  (Aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), 

 


3

  Dejó á Judea, y fuése otra vez á Galilea. 

 


4

  Y era menester que pasase por Samaria. 

 


5

  Vino, pues, á una ciudad de Samaria que se llamaba Sichâr, junto á la heredad que Jacob dió á José su hijo. 

 


6

  Y estaba allí la fuente de Jacob. Pues Jesús, cansado del camino, así se sentó á la fuente. Era como la hora de sexta. 

 


7

  Vino una mujer de Samaria á sacar agua: y Jesús le dice: Dame de beber. 

 


8

  (Porque sus discípulos habían ido á la ciudad á comprar de comer.) 

 


9

  Y la mujer Samaritana le dice: ¿Cómo tú, siendo Judío, me pides á mí de beber, que soy mujer Samaritana? porque los Judíos no se tratan con los Samaritanos. 

 


10

  Respondió Jesús y díjole: Si conocieses el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber: tú pedirías de él, y él te daría agua viva. 

 


11

  La mujer le dice: Señor, no tienes con qué sacar la, y el pozo es hondo: ¿de dónde, pues, tienes el agua viva? 

 


12

  ¿Eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dió este pozo, del cual él bebió, y sus hijos, y sus ganados? 

 


13

  Respondió Jesús y díjole: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá á tener sed; 

 


14

  Mas el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed: mas el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. 

 


15

  La mujer le dice: Señor, dame esta agua, para que no tenga sed, ni venga acá á sacar la. 

 


16

  Jesús le dice: Ve, llama á tu marido, y ven acá. 

 


17

  Respondió la mujer, y dijo: No tengo marido. Dícele Jesús: Bien has dicho, No tengo marido; 

 


18

  Porque cinco maridos has tenido: y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. 

 


19

  Dícele la mujer: Señor, paréceme que tú eres profeta. 

 


20

  Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalem es el lugar donde es necesario adorar. 

 


21

  Dícele Jesús: Mujer, créeme, que la hora viene, cuando ni en este monte, ni en Jerusalem adoraréis al Padre. 

 


22

  Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos: porque la salud viene de los Judíos. 

 


23

  Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que adoren. 

 


24

  Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. 

 


25

  Dícele la mujer: Sé que el Mesías ha de venir, el cual se dice el Cristo: cuando él viniere nos declarará todas las cosas. 

 


26

  Dícele Jesús: Yo soy, que hablo contigo. 

 


27

  Y en esto vinieron sus discípulos, y maravilláronse de que hablaba con mujer; mas ninguno dijo: ¿Qué preguntas? ó, ¿Qué hablas con ella? 

 


28

  Entonces la mujer dejó su cántaro, y fué á la ciudad, y dijo á aquellos hombres: 

 


29

  Venid, ved un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿si quizás es éste el Cristo? 

 


30

  Entonces salieron de la ciudad, y vinieron á él. 

 


31

  Entre tanto los discípulos le rogaban, diciendo: Rabbí, come. 

 


32

  Y él les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. 

 


33

  Entonces los discípulos decían el uno al otro: ¿Si le habrá traído alguien de comer? 

 


34

  Díceles Jesús: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. 

 


35

  ¿No decís vosotros: Aun hay cuatro meses hasta que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos, y mirad las regiones, porque ya están blancas para la siega. 

 


36

  Y el que siega, recibe salario, y allega fruto para vida eterna; para que el que siembra también goce, y el que siega. 

 


37

  Porque en esto es el dicho verdadero: Que uno es el que siembra, y otro es el que siega. 

 


38

  Yo os he enviado á segar lo que vosotros no labrasteis: otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores. 

 


39

  Y muchos de los Samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio, diciendo: Que me dijo todo lo que he hecho. 

 


40

  Viniendo pues los Samaritanos á él, rogáronle que se quedase allí: y se quedó allí dos días. 

 


41

  Y creyeron muchos más por la palabra de él. 

 


42

  Y decían á la mujer: Ya no creemos por tu dicho; porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo. 

 


43

  Y dos días después, salió de allí, y fuése á Galilea. 

 


44

  Porque el mismo Jesús dió testimonio de que el profeta en su tierra no tiene honra. 

 


45

  Y como vino á Galilea, los Galileos le recibieron, vistas todas las cosas que había hecho en Jerusalem en el día de la fiesta: porque también ellos habían ido á la fiesta. 

 


46

  Vino pues Jesús otra vez á Caná de Galilea, donde había hecho el vino del agua. Y había en Capernaum uno del rey, cuyo hijo estaba enfermo. 

 


47

  Este, como oyó que Jesús venía de Judea á Galilea, fué á él, y rogábale que descendiese, y sanase á su hijo, porque se comenzaba á morir. 

 


48

  Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y milagros no creeréis. 

 


49

  El del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. 

 


50

  Dícele Jesús: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó á la palabra que Jesús le dijo, y se fué. 

 


51

  Y cuando ya él descendía, los siervos le salieron á recibir, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. 

 


52

  Entonces él les preguntó á qué hora comenzó á estar mejor. Y dijéronle: Ayer á las siete le dejó la fiebre. 

 


53

  El padre entonces entendió, que aquella hora era cuando Jesús le dijo: Tu hijo vive; y creyó él y toda su casa. 

 


54

  Esta segunda señal volvió Jesús á hacer, cuando vino de Judea á Galilea. 

 


Juan 5

 

 

 

 

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